¡Terminamos ya el curso! El último día para poder subir trabajos será el día 8 de Mayo a las 23:59. A ponerse las pilas que ya queda poquito!!!!

domingo, 21 de febrero de 2010

Accidente Nuclear en Palomares.

EL ACCIDENTE

A las 10.20 de la mañana del 17 de marzo de 1966 un gigantesco bombardero B-52 de la fuerza aérea de los Estados Unidos tenía una cita con su avión nodriza. El cargamento del B-52 consistía en cuatro bombas de hidrógeno de 1,5 megatones. En ese momento, el bombardero tenía que cargar combustible en el aire, proporcionado por el avión nodriza, antes de regresar a Estados Unidos.
Hay que destacar que ésta era una misión rutinaria y fácil de realizar.
A bordo del B-52, el capitán fijó la posición a 32 km detrás del avión nodriza y a 10.000 metros de altura. El avión nodriza K-135, que estaba delante, se mantuvo en una dirección regular, a medida que observaba cómo el bombardero maniobraba para tomar la posición adecuada detrás de él. Éste llevaba una carga de 10000 litros de combustible.
El B-52 acortó distancias, listo para ajustar la manguera, que salía de la proa de su avión, a la bomba de combustible que pendía de la panza del avión nodriza. Pero el B-52 se estaba acercando en un ángulo demasiado alto y a una velocidad excesiva. Los dos inmensos aviones chocaron. El B-52 se elevó por debajo del avión nodriza y lo golpeó en la panza.
El capitán del avión nodriza luchó por controlar su avión, gravemente averiado, para tratar de devolverlo a la base. En el B-52, el capitán supo que su avión estaba perdido. La estructura y la cabina estaban destruidas y el avión comenzaba a despedazarse. El capitán y los dos tripulantes se arrojaron en paracaídas, justo un momento antes de que se produjera una tremenda explosión.
Cuatro bombas de hidrógeno de 7 m de largo cada una cayeron en las cercanías del pueblo de Palomares como consecuencia de dicho impacto. Ninguna de ellas explotó, pero se temía que las carcasas de las bombas hubieran podido abrirse, al estallar los detonadores de TNT debido al impacto. Nadie sabía con seguridad qué efectos podría tener un escape de plutonio y uranio radiactivos sobre la población de Palomares.
Tan pronto como se conoció el accidente, un equipo militar de emergencia estadounidense voló hacia España a la vez que los jefes políticos españoles fueron informados por los militares norteamericanos.
A la prensa se le suministró un escueto informe, diciendo que un avión americano había sufrido un accidente que no había producido víctimas civiles. No se hizo mención alguna a las armas nucleares que llevaba el avión. Los campesinos de Palomares no estaban al tanto de los peligros que podía provocar el impacto. Con la llegada del equipo militar de emergencia estadounidense la prensa descubrió que el avión accidentado era un B-52, y sospecharon que podría transportar armas nucleares y que esas bombas estaban ahora esparcidas por los campos de España.
Poco a poco se fue recopilando información y el mundo exterior fue informado con grandes titulares de lo que estaba sucediendo en los alrededores del pueblecito español. Pero en Palomares no se dijo nada a los campesinos. Se les prohibió cosechar sus campos de cultivo y se les ordenó permanecer en el pueblo. Los habitantes del pueblo se fueron alarmando a medida que aumentaban el número de tropas norteamericanas y aviones que inspeccionaban los campos de cultivo.
Las tres bombas que habían caído cerca del pueblo se habían abierto, debido al estallido de los detonadores, y estaban liberando plutonio y uranio hacia la atmósfera. La primera bomba que se recuperó fue descubierta en campo abierto mediante reconocimientos aéreos. Otra bomba se encontró en una zona montañosa a unos cinco kilómetros de Palomares.
Una tercera bomba fue encontrada por un lugareño, junto a su casa, en las afueras del pueblo. Estaba en un pequeño cráter y despedía humo y polvo radiactivo.
Francisco Simó Orts, un pescador estaba en el mar, a bordo de su barca, cuando ocurrió el accidente aéreo, a 10.000 metros por encima de su cabeza. Minutos después vio caer lentamente del cielo un largo objeto metálico, sostenido por dos paracaídas. El objeto cayó al mar a unos metros de su barca, y luego se hundió con rapidez.
Orts recorrió el lugar, pero todos los rastros del misterioso objeto habían desaparecido. Cuando llegó al puerto, relató a sus amigos el extraño suceso del que había sido testigo. Decidieron informar a la policía local.
Cuando finalmente los americanos oyeron la historia del pescador, enviaron a los expertos para entrevistar e interrogar al pescador. Su descripción se ajustaba a los hechos. Posteriormente, Orts salió en su barca con un equipo de expertos para mostrarles exactamente dónde se había sumergido la bomba en el mar. Una vez en el Mediterráneo, el pescador ya no estaba seguro de poder indicar con precisión el lugar exacto.
Un grupo de búsqueda marina fue convocado en las afueras de Palomares; estaba dotado de 20 barcos, 2.000 marinos y 125 hombres rana.
También disponía de un batíscafo y de dos submarinos miniatura. Se ordenó al equipo buscar la bomba y encontrarla a toda costa, antes de que la deposición de arena o de lodo la ocultara de la vista.
Si no se encontraba la bomba, existía el peligro de que sus dispositivos de seguridad se oxidaran, permitiendo que los residuos radiactivos contaminaran el Mediterráneo o que incluso provocaran una explosión capaz de crear una mortífera nube nuclear sobre la costa de España. También existía la posibilidad de que, si la bomba era abandonada, los rusos pudieran intentar encontrarla y desvelar sus secretos.
La cuarta bomba fue hallada el 15 de marzo, dos meses después del accidente aéreo. La tripulación del minisubmarino Alvin descubrió un paracaídas en el fondo marino. Siguieron las cuerdas del paracaídas y allí, en una saliente a 150 metros se encontraba la bomba.
Llevó más de tres semanas recuperarla, porque existía el peligro de hacerla caer de la saliente. Pero el 7 de abril de 1966 la bomba de hidrógeno fue recuperada sin que sufriera desperfectos. Mientras tanto, gran parte de la población de Palomares estaba, en gran medida, fuera del peligro de la contaminación, y se acordó una compensación por la pérdida de los cultivos.
Manuel Fraga Iribarne, ministro de información y turismo de la época, se bañó ante las cámaras en sus playas para evitar rumores sobre la peligrosidad de la zona, que podrían haber afectado negativamente al turismo.


LAS REPERCUSIONES DEL ACCIDENTE

El plutonio-239 es el utilizado para las armas nucleares emite radiación alfa y tiene una vida media de 24.100 años. No se han realizado estudios epidemiológicos sobre enfermedades asociadas a la radiactividad y a la toxicidad química del plutonio ni a nivel local ni entre los guardias civiles que participaron en la limpieza. Hay que destacar que el gobierno franquista no suministró protección a los guardias civiles que participaron en la limpieza, protección que sí llevaba el personal estadounidense. Aproximadamente el 29% de la población de Palomares presentaba trazas de plutonio radiactivo en su organismo. En la actualidad el Consejo de Seguridad Nuclear ha prohibido la construcción en las zonas más afectadas. Aún hay zonas cercadas con vallas metálicas que se consideran contaminadas y están vigiladas por el CIEMAT.
Recientemente se ha encontrado plutonio radiactivo (que se disuelve muy mal en el agua) en el plancton del Mediterráneo español. Este suceso ha hecho pensar a muchos científicos que hubo una quinta bomba, nunca recuperada y ocultada por los Estados Unidos.
Un accidente similar ocurrió el 21 de enero de 1968 en la Base Aérea de Thule, en Groenlandia. Aquí sí se hizo estudio epidemiológico y la tasa de cáncer entre los trabajadores que participaron en la limpieza era un 50% superior a la de la población general. Hubo también informes de esterilidad y otros trastornos asociados a la radiactividad.
Palomares es el accidente en el que se han perdido armas nucleares más grave de la historia. Actualmente, Palomares es la localidad más radiactiva de España.



BIBLIOGRAFÍA
www.marenostrum.org
www.fernando-fernandez.es
www.historia.mforos.com

Trabajo realizado por: Claudia Bienvenido y Ana Alvarado

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