¡Terminamos ya el curso! El último día para poder subir trabajos será el día 8 de Mayo a las 23:59. A ponerse las pilas que ya queda poquito!!!!

domingo, 9 de mayo de 2010

FERIA DE ABRIL



De Sevilla se ha dicho de todo y de su feria aún más. Tras la seriedad de la Semana Santa, capirotes, cornetas, tambores y saetas, duermen en los cajones de los que salen volantes, peinetas, castañuelas y, sobre todo, la alegría de un pueblo. Sevilla luce todo su esplendor, por estas fechas, para exhibir mediante música y alboroto, lo más importante de esta ciudad mágica: el espíritu alegre y campechano de su gente.

HISTORIA DE LAS FERIAS
Con la creación de las ciudades en Europa desde el siglo XI empiezan a aparecer los negocios y mercaderías de todo tipo de artículo con el que comerciar. En cada ciudad con una frecuencia semanal o diaria hay un mercado, reunión de comerciantes, u otro encuentro comercial, y en ciudades mejor preparadas por su riqueza o situación estratégica se organizan las ferias. En un comienzo surgieron para que los comerciantes que no tenían la posibilidad de proveerse de mercancía en las cercanías pudieran hacerlo en un lugar específico y en una fecha determinada, sobre todo al por mayor.


Al ser tan numerosos los mercados y para que pudiesen desarrollarse con tranquilidad, hubo que hacer un código de respeto conocido como paz de mercado otro de paz de la feria y del camino y un tercero de franquicias o privilegios, cada uno guardaba a los mercaderes según el momento en que se encontraba, ya fuera en el desplazamiento de un mercado a otro, la tranquilidad durante la estancia semanal del lugar donde le perteneciera en el momento, los hurtos, prohibición de uso de armas y otras restricciones incluidas a comerciantes.
Con el paso del tiempo se fijaron fecha de celebraciones y se organizaron para evitar coincidencias y poder desplazarse de un mercado a otro.
Una de las primeras ferias documentalmente conocida es la de Valladolid de 1152, creada por Alfonso VII, así como unas cuantas más iniciadas en el mismo siglo (Sahagún, Palencia, Madrid, Cuenca, Cáceres, etc.).
Como las ferias eran visitadas por mercaderes del exterior trayendo sus propias mercancías, pusieron puertos de control estratégicos para transporte de mercancía y cobro de impuestos. En Andalucía se crearon los de Huelva, Cádiz, Vejer, Sevilla y Jerez.


Alfonso X El Sabio dio permiso para celebrar ferias en Sevilla en abril y en septiembre. Esta tradición se perdió hasta mediados del siglo XIX, cuando dos concejales del ayuntamiento hispalense decidieron recuperarlas. Aprobado en pleno y solicitado a la Reina Isabel II, la primera feria se inauguró en el Prado de San Sebastián el 18 de abril de 1847. Se celebraba esta Feria en el Prado de San Sebastián, situado en las afueras de la ciudad, porque se trataba de un hermoso prado, cubierto de hierba finísima para satisfacer a los animales, e iluminado por un esplendido sol. Acudían a la Feria de Ganado tratantes, corredores y ganaderos, acompañados de pastores, garrocheros y vaqueros que les ayudaban en las tareas de manejar el ganado. También lo hacían vendedores y traficantes de todo género de productos e industrias, estafadores y gitanos que montaban sus tenderetes en derredor de la feria, trayendo consigo sus enseres, su baile y su cante. Todo esto hacía que se multiplicaran las casas de hospedaje y las posadas.
Los zaguanes de la calle san Fernando hacían las veces de tiendas de ropas, joyas y baratijas, y en sus aceras, los puestos de juguetes, frutas y dulces. En la acera que iba del Prado a San Bernardo, estaban las tiendas de buñolería, los bodegones y las tabernas. Allí se compraba y se vendía al mismo tiempo que se comía y se bebía entre palmas, cantares, y borracheras.


En el siglo XIX y buena parte del XX, las horas más concurridas de la feria eran las primeras horas de la mañana. En cuanto comenzaba a salir el sol, las mujeres corrían a regar y a barrer las calles del tránsito; cada balcón era un jardín, y el olor a flores y a tierra húmeda se mezclaba con el aire fresco de la mañana embriagando los sentidos.
Conforme iba pasando la mañana, se hacía mayor el movimiento y la multitud comenzaba a invadir las calles. Bandadas de jóvenes con la guitarra al hombro y la bota de vino bajo el brazo, se dirigían al prado de San Sebastián, al igual que los alegres grupos de muchachas con volantes de colores y llevando por adorno manojillos de rosas o alhelíes en la cabeza.
En las casetas, acompañados siempre de cañas de vino, sonaba la guitarra, las palmas y el cante, y las muchachas emprendían sus bailes entre volantes, lunares, peinetas y flores de colores.
Es a estas horas de la mañana, las más animadas de la feria, cuando tenían lugar las ventas, trueques y transacciones que eran el principal objeto de la feria.


Alejados del bullicio de la diversión, entre suaves rellanos y laderas, reunían grupos pintorescos de gente de campo vistiendo los trajes típicos y mostrando las mejores ganaderías andaluzas. Los vaqueros a caballo acosaban con la garrocha a las vacas y los toros para que los compradores pudieran examinarlos.
El huracán que había desolado a Sevilla en 1842 y la penurias económicas de años posteriores eran mitigados temporalmente con la celebración de esta feria que se mostraba como un pequeño tiempo de evasión de la realidad. A pesar de que comenzó siendo una feria exclusivamente ganadera, hoy día se ha convertido en una singular expresión del pueblo sevillano.


Bibliografía:
http://www.elalmanaque.com/feria/150anyos.htm
http://www.sevillaferiaabril.com/
http://www.feria-de-sevilla.es/historia-de-la-feria-de-sevilla/

Trabajo realizado por: Sara López y Sara Montes.

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